martes, 31 de julio de 2007

SuicidiOvida


El suicidio de un país solo es imposible desde el punto de vista técnico. Pero desde los gerundios como armas de exterminio si es viable, es decir, moralmente, sicológicamente, espiritualmente, históricamente.

En todos los casos este suicidio no es posible realizarlo de modo fulminante. Se da a plazos, a cuotas. Entonces, la pregunta ya no es en qué momento se jodió el Perú. La pregunta siempre escondida pero que ahora sale de su celda porque pide a gritos su libertad es en qué momento empezó a suicidarse el Perú. La pregunta por supuesto solo tiene respuesta a nivel de la conjetura.

El escritor José María Arguedas se mató de un balazo. Él tuvo mucho que ver por supuesto, pero el país entero también jaló el gatillo de todos los gerundios para lograr su desaparición, pero quedaron sus libros vivos imposibles de suicidar.

Cuatrotablas nos invita a revivir su muerte festejando su vida a través de trozos de su actos, en un espectáculo fuera de las tradicionales salas de teatro, que se presenta en los lugares por los que transcurrió la trayectoria de nuestro escritor. Una cárcel, colegios y universidades, plazas y coliseos.

Un país entero puede matar a un escritor que amó a su patria profundamente? Claro que sí. Pero no solamente a aquel escritor.

El país mata diariamente a sus paisanos.

“Arguedas, suicidio de un país”, obra teatral de Cuatrotablas no pretende evitar los suicidios. No hace apología ni invectiva de tal acto sagrado, quizá pretende solamente, hacer una transfusión de todas las sangres a todos los peruanos, a lo mejor con la secreta esperanza de cobrar conciencia de la conveniencia de dejar de matarnos, abrazando la utopía de ser un país, apenas escuchemos el disparo con bala de salva para salvarnos por el viaje de esta obra de teatro para que nos haga reaccionar, y de repente suceda el milagro, de vivir con una vida propia y valiente, como lo hizo José María, de cuyo cuerpo todos tenemos algo.
Fernando Olea Vargas.

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