miércoles, 3 de diciembre de 2008

“El encuentro de Ayacucho de 1978 fue como un Woodstock”


Acaba de realizarse el XI Encuentro Internacional de Teatro de Grupo Ayacucho 2008, organizado por Cuatrotablas, que atrajo una selección de lo mejor del teatro del mundo. Una de las invitadas fue la actriz argentina Graciela Ferrari, quien ha asistido a estos encuentros desde 1978.

"Empecé en el teatro después de terminar de estudiar Educación, a los 24 años, en Córdoba. Había que cumplir el mandato familiar de tener un título universitario serio y, luego, dedicarse al teatro. De todas maneras, de chica, siempre me gustó disfrazarme para engañar a las personas, jugar a ser otro. Y creo que ese gusto está en todos, ¿no?", cuenta. Conversamos en la casa de La Tarumba.

Actuar se reveló como su vocación.

En ese primer año de la escuela nos encontramos con María Escudero, una gran maestra y un personaje del teatro latinoamericano. Era el 68, año de grandes revueltas, de muchos deseos de cambio social y cultural en Europa. Al año siguiente fue el 'Cordobazo’. María Escudero nos puso patas para arriba cualquier concepto teatral precedente. Al año siguiente quisimos seguir estudiando con ella, pero las autoridades no nos dejaron; entonces, tomamos la escuela –cosas propias de esa época–, vestimos las estatuas que estaban desnudas… en fin. Después de eso salimos y fundamos Libre Teatro Libre (LTL).

¿LTL hacía militancia política?

Estábamos en la izquierda, naturalmente. Y, básicamente, investigábamos lenguajes teatrales, como la creación colectiva. Metafóricamente, asesinamos al director, al autor, al escenógrafo... El concepto era el del actor autónomo: estar todos capacitados por igual para todo.

¿Esas maneras de hacer teatro están presentes hoy en el Perú?

Claro. María Escudero pasó por aquí con un curso. Fue uno de los inicios de Cuatrotablas. Era un planteamiento teatral y, en ese momento, político. Hay maneras de crear que, en cierto momento, suponen una revolución, pero luego son asimiladas y quedan como historia; entonces, cualquiera puede retomarlas. Lo que no tienen ahora es esta asociación con la izquierda.

Su trabajo teatral le costó el exilio de Argentina, ¿no es así?

Sí. Habíamos hecho unas obras muy políticas: una sobre la educación y otra sobre los obreros de caña de azúcar en Tucumán. Nos fuimos de gira a Venezuela por tres meses, con algo de inocencia, pensando en volver.

¿Y qué pasó?

Varios volvimos recién tras diez años. Otros regresaron antes y tuvieron que irse de nuevo. El golpe de Estado puso todo muy difícil. No teníamos el estatus de exiliados, pero no podíamos volver sin poner en peligro nuestras vidas. Nuestras familias nos lo advirtieron. Hacíamos teatro documental, y la documentación era nuestra propia vida como actores imposibilitados de volver a nuestro país. Fue otra vida.

¿Se ha despolitizado el teatro?

El teatro puede ser político haciendo creación colectiva o teatro de autor. Nosotros ya dejamos la denuncia directa. Pero puede hacerse de otras formas.

¿Cómo era el ambiente en el primer Encuentro Internacional de Ayacucho?

Ese primer encuentro de Ayacucho fue muy bello. Fue en el 78. Fue un pequeño Woodstock; éramos un grupo chico. Y Ayacucho era una pequeña ciudad andina. Ahora es diferente: hay muchos automóviles, gente, comercio... Y el encuentro fue, además, afuera de la ciudad. Íbamos muy tempranito, en la mañana, con ese aire como de cristal. Vinieron de muchos países: Chile, Colombia, Francia, Venezuela. Todo organizado por Mario Delgado. Fue el comienzo de algo que no se sabía qué iba a ser. Y era fundamental Odin Teatre.

¿Ha estado en todos los encuentros?

Estuve en el del 88, que no pudo ser en Ayacucho por la guerra interna, y fue en Huampaní. El del 98 fue nuevamente en Ayacucho. Y estuve en el de este año. Sí, he estado en todos. Estamos cumpliendo 30 años. Llegué de jovencita.

Y ahora, a su vez, hay nuevos jóvenes. ¿Cómo los ve?

Me parece que hay un enorme ejemplo de estos mayores, como el Odin. Pero creo que la inteligencia está en tomar las herramientas que han dado los mayores y elaborar lo propio. Y el resultado no debe necesariamente parecerse a nada más que a quien lo hace.

En Lima, el teatro, digamos, tradicional está muy activo.

Creo que hay un estrato del teatro que está creciendo, al margen del teatro comercial. Y en esto hay gente de todo el Perú: de Cusco, Trujillo y otros sitios. Es gente muy activa. Yo creo que esa extensión hacia el interior del país es importante, que no todo pase en la capital. Y cabe esperar que de ahí salga la renovación del teatro.

Autor: José Gabriel Chueca

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