viernes, 30 de noviembre de 2007

"El grupo es la base de todo", entrevista a Mario Delgado en Diario La Voz de Córdoba Argentina


El director de Cuatrotablas de Perú, integrante del mítico teatro El Juglar de Carlos Giménez y creador de los Encuentros de Ayacucho, vuelve a Córdoba a dictar un taller. Una serie de actividades académicas y una charla abierta traen a Mario Delgado de vuelta a Córdoba. Al iniciar el diálogo telefónico con el director del grupo Cuatrotablas de Perú, el tiempo corre hacia atrás. “Estuve en Córdoba, casi en la génesis de todo”, recuerda el director que en 1969 llegó para refundar El Juglar, con Carlos Giménez. Se quedó nueve meses y vivió días de labor intensa con varios montajes. Carlos ya estaba dirigiendo la Comedia Cordobesa y por entonces pensaban armar un centro latinoamericano de creación en Córdoba.

Delgado va trayendo nombres y títulos: Picnic en el campo de batalla; Lorca; el espectáculo inspirado en Marat-Sade; el contacto con María Escudero que estaba haciendo sus primeras investigaciones con sus actores. Se acuerda de las tertulias de improvisaciones, consideradas una experiencia grotowskiana aunque María no hablaba de Grotowski.

“Todo eso y el choque tremendo que significó vivir el Cordobazo. Esa madrugada viajamos a Río Cuarto para la presentación del grupo. Fue un año muy importante, el último, inesperadamente, de El Juglar”, comenta. Giménez, Delgado y su troupe viajaron al segundo Festival de Manizales y poco después Giménez se instaló en Caracas.

Caminos que se bifurcan. “Y ahí cambió la historia. El grupo, el centro de investigación, volver a Córdoba, todo se diluyó”, dice. Poco después de volver a Lima, pone El cementerio de automóviles, con dirección de Carlos Giménez. Es más, Mario Delgado fundó Cuatrotablas con Tu país está feliz (de Antonio Miranda, autor brasileño), al unísono con Giménez que fundaba Rajatabla con la misma obra. “Y ahí nos separamos los siameses. Carlos hizo Venezuela tuya y yo titulé a esa obra: Oye, que surgió de una canción cubana muy famosa, que habíamos utilizado en el homenaje de Córdoba poco después del Cordobazo. Para Mario fue como liberarse del maestro, aun cuando Giménez le llevaba apenas un año. En Lima hizo su propia creación, experiencia que animará el taller para actores que dicta en Córdoba.

Pensamiento colectivo. “Lo fundamental era la idea de grupo; no sabía cómo organizarlo pero sí tenía la certeza de que el grupo es la base de todo; el teatro no se puede hacer sin ese espíritu. No me interesaba la experiencia con elencos o compañías”, comenta. Delgado se concentró en las relaciones que se construían a nivel grupal, la posibilidades de desarrollarlas en torno a un proyecto común; dice que estaba lleno de idealismo y entusiasmo.

“Así intenté hacer mi primer espectáculo, con un segundo objetivo: que fuera con un grupo de gente joven”. Delgado no quería trabajar con los actores de su época, formados para ser actores de compañía (como él mismo lo sentía hasta conocer a Giménez), llamados a hacer Hamlet o El Rey Lear.

“Me puse a buscar aficionados. Así también empezó Carlos. Pensé, ‘Quiero hacer el teatro que quiero’ y para eso –lo había leído en Grotowski–, tenía que formar mi propio grupo”, recuerda. Ese espíritu décadas después, sigue en pie.

“Si de algo puedo vanagloriarme, es de haber persistido en mis principios, en mis primeros impulsos. Digo que soy el que menos se ha vendido, en el sentido de ceder para hacer un teatro para otro”, enfatiza.

Fuente: Diario La Voz http://www.lavoz.com.ar del domingo 18 de noviembre del 2007.

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