martes, 12 de junio de 2007

Cesar Abraham, considerando en frío, crítica de Luis Paredes


Fernando Fernández y Cuatrotablas, bajo la dirección de Mario Delgado, nos presentan un unipersonal que es un encuentro extraordinario con el poeta César Vallejo...Un encuentro que tiene sus variaciones de subidas y bajadas, ternuras y reveses, ausencias y presencias...Nos encontramos con el actor observando a través de la ventana...Nadie sabe qué va a suceder...El actor (Vallejo, Fernández, Delgado) observa apaciblemente la ventana...Toma café de una taza que sostiene levemente...
¿Es VALLEJO? En el fondo no interesa...

Puede ser un poeta que medita...La reflexión y el cavilar de Vallejo eran eternos -quizás por ello se fue a vivir a París- De ese cavilar han surgido la mayoría de sus obras, la mayoría de sus versos...
¿Pero, el actor?
Fernando Fernández ya tiene 36 años en esto del teatro...No le son ajenas hasta las manías de determinados actores -quizás esto sea una forma de pedagogía-. Ha transitado sobre una diversidad de técnicas -y lo ha hecho, muchas veces, con una honestidad creativa digna de mejor causa...
Pero, ahora, estaba frente a un reto. Siempre me ha parecido que si un personaje no representa un reto para el actor; entonces, no hay teatro.
Y el reto esta vez de Fernando es nada menos que César Vallejo.

¿Cómo decirlo?
¿Cómo traerlo al escenario?
¿Inventarlo?
¿Cómo aproximarlo al público?
¿Cómo mostrarlo?
Hay como un cierto pudor en este mecanismo lúdico-escénico. Todo Vallejo es imposible de mostrar. Es menester escoger uno que sea lo más cercano a la experiencia del actor.

Y efectivamente hay textos entrañables de Vallejo que perfectamente se adaptan a ser representados. Y hay otros que por su fuerte carga irónica, fácilmente se diluyen en lo teatral y son veribles...pero casi siempre nos causan problemas al momento de la confrontación.

Sin embargo, hay también otros textos crípticos que nadie ha podido descifrar.De estos hay muchos en TRILCE, que es el reto más grande de Fernando Fernández y que en lo que corresponde a su visión no dejan de ser resueltos con gran intuición imaginativa y corporal. ¿Corporizar a Vallejo? Por qué no. Hay momentos en que calza como algo inmediato y de engañosa facilidad. Pero donde “vuela” el poeta la referencia a gestos cotidianos un poco que queda corta y unidireccional. Vale el intento, sin embargo, porque no olvidemos que donde no “vuela” el actor, “vuela” el espectador y se cierra el maravilloso círculo comunicacional del teatro. Después de todo el texto poético está ahí para que lo degustemos todos.

¿Es Vallejo? ¿Es un actor representando a Vallejo? ¿Es el propio Vallejo actuando sus poemas? ¿Es el actor dando sólo variaciones de lo que le inspira Vallejo?
En el espectáculo hay una cama. Símbolo fuerte y único de la pieza. Esta se mueve, se ubica en dos lugares o tres, distintos del espacio, vuelve a su sitio. Es un poderoso símbolo escénico: nos habla del nacimiento y la muerte. Y para el caso de un hospital. La cama es toda una “paridora” de historias y de histerias. Imagen de la ironía “vallejeana” de las distintas actitudes de los enfermos y sus visitantes. Finalmente este nosocomio va a ser parte del develamiento del sueño del poeta.

Luis Paredes
Asociación Peruana de Crítica e Investigación Teatral

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